AUTOR: MARÍA CASAS
NUTRICIÓN Y ENTRENAMIENTO DURANTE EL USO DE ANTICONCEPTIVOS
En artículos anteriores hemos hablado sobre la influencia que tiene el ambiente hormonal a lo largo de la etapa fértil de una mujer. Podemos verlo en guía nutricional para el ciclo menstrual, donde nuestra alimentación se verá regida por las distintas fluctuaciones hormonales que se irán produciendo en nuestro organismo.
No obstante, hoy en día, muchas mujeres usan tratamientos hormonales anticonceptivos y esto puede cambiar las cosas drásticamente.
El objetivo de este artículo reside en establecer una guía orientativa a aquellas mujeres que estén sometidas a tratamientos hormonales sustitutivos con la finalidad de poder mejorar y optimizar tanto su nutrición como su rendimiento deportivo.
Recordad que, especialmente en mujeres poco especializadas en el entrenamiento de fuerza, el ambiente hormonal ejerce un importante impacto en el rendimiento. Es por ello por lo que tenemos que recurrir a la periodización, tanto a nivel de entrenamiento como a nivel nutricional.
Por esto mismo es preciso conocer a qué nos estamos exponiendo y qué podemos hacer para aprovechar y exprimir al máximo cada circunstancia dada por nuestro ambiente hormonal.
TIPOS DE TRATAMIENTO ANTICONCEPTIVOS
En primer lugar, dejar claro que el tratamiento hormonal anticonceptivo consiste en la administración exógena de hormonas ováricas, con la finalidad de regular desajustes hormonales, problemas fisiológicos o bien prevenir la concepción.
Dentro de estos compuestos farmacológicos podremos distinguir preparados monofásicos, en los cuales la dosis hormonal será constante a lo largo del ciclo entero y preparados bi- o trifásicos, en los cuales la dosis irá variando a lo largo del ciclo.
Generalmente, estos preparados suelen estar compuestos de estrógenos y progestágenos (más utilizados), o bien sólo progestágenos. A continuación, podréis ver los componentes fundamentales de este tipo de preparados con la finalidad de poder identificar el fármaco que cada una de vosotras está consumiendo.
• Estrógenos (análogos al estradiol): el comercializado en España es el etinil-estradiol (EE). A día de hoy, se han conseguido reducir las dosis de hormona, manteniendo los mismos efectos terapéuticos, mejorar la tolerancia y disminuir efectos adversos. Se pueden administrar de forma constante a lo largo del ciclo o bien ir variando.
• Pro progestágenos (análogos a la progesterona): en los que veremos dos tipos principales de gestágenos sintéticos; derivados de la 17-hidroxiprogesterona y derivados de la 19-nortestosterona. La finalidad que tienen los nuevos modelos farmacológicos es disminuir el efecto androgénico y las repercusiones metabólicas.
Tabla 1: Clasificación de los progestágenos utilizados en los AH comercializados en España (modificado de García Delgado et al., 2007).
Lo último en tratamiento con progestágenos ha resultado de la obtención de un derivado de la espironolactona, la Drospirenona (DRP). Este fármaco se caracteriza por tener un perfil farmacológico muy parecido a la progesterona natural, pero sin problemas de metabolismo de primer paso que puede sufrir esta ya que la progesterona presenta inestabilidad metabólica. De este modo conseguiremos evitar muchos de los efectos adversos que se daban debido a este hecho.
Ensayos clínicos realizados con este fármaco han reflejado una pérdida de peso en usuarias de este medicamento debido a una menor retención de líquidos.
Los tipos de tratamientos anticonceptivos hormonales que suelen recetarse aparecen en la siguiente tabla:
Tabla 2: Tipos de preparados y tratamientos hormonales anticonceptivos más utilizados en España (modificado de García Delgado et al., 2007).
Cuando una mujer se somete a alguno de estos tratamientos, en primera instancia, los altos niveles de moléculas análogas a la progesterona y al estradiol producirán una señal al eje hipotálamo-hipófisis para que se dejen de liberar gonadotropinas, especialmente, la hormona folículo estimulante que está implicada en el desarrollo del folículo dominante (el que se va a convertir en óvulo). En pocas palabras, se inhibe la ovulación.
El grado o intensidad de esta inhibición dependerá de cada uno de estos preparados. De esta forma mantendremos concentraciones altas de estrógenos y progestágenos, impidiendo que se produzca el pico de estrógenos que constituye una señal para que suceda el pico de hormona luteinizante, también implicada en la ovulación. Desde un punto de vista endógeno, veremos que las concentraciones de estradiol producidas por el ovario serán menores y además no habrá producción de progesterona ya que al no producirse la ovulación, no se formará el cuerpo lúteo.
A nivel endometrial, tampoco se producirán los cambios pertinentes necesarios para que se produzca la implantación del óvulo fecundado e incluso habrá una mayor producción de moco cervical que constituirá un ambiente hostil para los espermatozoides.
También habrá cambios en la contractibilidad y motilidad uterina, así como en la secreción de las trompas, reduciendo aún más la posibilidad de fecundación. En este último punto es sobre el que actúa en mayor medida la píldora del día después.
CÓMO ORIENTAR NUESTRA ALIMENTACIÓN
Tendremos que saber que en función del tratamiento que llevemos, nuestras concentraciones hormonales serán más altas o más bajas; siempre lo suficientemente altas para inhibir la ovulación, pero no darán picos que puedan inducir la liberación de hormona luteinizante.
Entonces, las altas concentraciones de estrógenos nos permitirán tener una mayor tolerancia a la glucosa ya que nuestra sensibilidad a la insulina se verá aumentada y habrá una mayor captación de glucosa por parte de los tejidos. Por otro lado, la progesterona induce a un mayor almacenamiento de lípidos en forma de triglicéridos.
La guía planteada a continuación es totalmente orientativa para hacernos una idea global de cómo podríamos plantear nuestra alimentación atendiendo a nuestro ambiente hormonal. Esto será aplicado en distintos tratamientos en mujeres que estén usando anticonceptivos orales (que son los más utilizados) y que practican entrenamiento de fuerza ya sea para fines estéticos, mejora del estado de salud o aumentar la fuerza muscular.
Las ingestas de proteínas se mantendrán en rangos altos de entre 25-30% durante todo el ciclo menstrual, con la finalidad de asegurar un adecuado aporte proteico necesario para estimular síntesis proteica, desarrollo muscular e incremento de la fuerza. Por otro lado, atendiendo al ambiente que tengamos durante cada fase del tratamiento se realizará una periodización en las ingestas de carbohidratos y grasas.
• En tratamientos monofásicos tendremos concentraciones hormonales constantes a lo largo de todo el ciclo menstrual. En definitiva, nos encontraremos en situaciones muy similares a periodos de ovulación-fase lútea temprana por lo que tendremos que aumentar nuestras ingestas de carbohidratos, que serán utilizados como principal fuente energética. Por otro lado, debemos disminuir nuestro consumo de grasas para evitar el acúmulo de las mismas en el tejido adiposo.
• En tratamientos de varias fases se observan fluctuaciones hormonales que se dan con el objetivo de adaptarse en mayor medida al ciclo menstrual natural:
Por un lado, en tratamientos bifásicos empezaremos el tratamiento con dosis altas de ambas hormonas por lo que el efecto será el mismo que en los tratamientos monofásicos durante los 7 primeros días.
Posteriormente, a lo largo de los siguientes 15 días, se van bajando las dosis progresivamente hasta alcanzar niveles más bajos de estas dos hormonas durante los 6 días libres de toma. De este modo, nos encontraremos en situaciones similares a las que encontrábamos durante la fase folicular temprana en la que la sensibilidad insulínica era media, lo cual disminuye nuestra tolerancia a los carbohidratos, pero por otra parte al bajar las concentraciones de progesterona, podremos incrementar las ingestas de grasas.
En cuanto a los tratamientos trifásicos, comenzamos los 6 primeros con concentraciones medias de ambas hormonas, incluso partimos de concentraciones más bajas de estrógenos, por lo que estaremos en situaciones similares a la fase lútea temprana. Aquí la sensibilidad insulínica será medio-baja por lo que tendremos que reducir el consumo de carbohidratos a expensas de aumentar el consumo de grasas.
Posteriormente la dosis de ambas hormonas en los 5 días siguientes se ven aumentadas, de tal modo que nos encontraremos en una fase muy parecida a la ovulación. En última instancia, en los 10 últimos días, al disminuir las concentraciones de estrógenos y aumentando las de progesterona, veremos una caída en la sensibilidad insulínica y al producirse esto, se cambia la preferencia en cuanto al sustrato utilizado como fuente principal de energía, de carbohidratos a grasas. Esto es determinante ya que, a pesar de las altas concentraciones de progesterona, el metabolismo lipídico oxidativo se verá estimulado por la caída en la sensibilidad a la insulina. Serán fases similares a las que encontramos durante la fase lútea tardía.
Los micronutrientes se deben aumentar atendiendo a las cargas de nuestros entrenamientos.
Cabe a destacar que durante procesos de tratamiento hormonal anticonceptivo se pueden disminuir los niveles de ácido fólico. Esto constituye un factor de riesgo importante en la generación de anomalías en el feto (espina bífida) por lo que mujeres que tengan la intención de quedarse embarazadas después del tratamiento, deben aumentar sus ingestas de ácido fólico.
CÓMO ORIENTAR NUESTROS ENTRENAMIENTOS
En cuanto a las necesidades energéticas, no está del todo claro que debido a estos tratamientos se produzcan cambios a nivel del metabolismo basal. Es por ello por lo que estableceremos las necesidades energéticas atendiendo al volumen e intensidad del entrenamiento que corresponda en cada fase del tratamiento.
En general, se producen una serie de modificaciones en el metabolismo que darán diferentes respuestas del lactato sanguíneo durante el esfuerzo y habrá un mayor potencial oxidativo a nivel del metabolismo de las grasas (Isacco et al., 2014).
En tratamientos monofásicos (condiciones similares a la ovulación) habrá una mayor tolerancia al entrenamiento, lo cual nos permitirá aumentar la intensidad de los mismos (85-90% 1RM). En compensación el volumen de entrenamiento será bajo manteniendo repeticiones en intervalos entre 4 y 6 repeticiones con descansos prolongados (2-3 minutos).
Hay que tener en cuenta que durante estas etapas habrá también picos de testosterona (principal hormona anabólica) (Hansen & Kjaer et al., 2014) por lo que habrá un aumento en la fuerza muscular por lo que será un buen momento para mejorar nuestras marcas y poder hacer récords (1RM). En contraposición, será el momento que coincida con un mayor riesgo de lesión (Hansen & Kjaer et al., 2014). De esta forma, determinaremos un aumento en las necesidades energéticas. Estas usuarias tendrán una clara ventaja a la hora de programar los entrenamientos ya que presentan menos fluctuaciones durante el ciclo.
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Diferencias hormonales entre el ciclo menstrual natural y el de usuarias en tratamiento hormonal anticonceptivo (Centers for Disease Control and Prevention, 2016).
En periodos similares a fases foliculares tempranas, como los que podemos observar durante los días libres de toma, sucede lo contrario que durante la ovulación. La disminución en los niveles hormonales, suelen coincidir con la menstruación y provoca una caída en el rendimiento (Al-Bibi, 2015).
Esto hará necesario que se tenga que disminuir la intensidad de los entrenamientos, trabajando en rangos de 60-70% 1RM por lo que trabajar con volúmenes altos (>10 repeticiones) con descansos cortos (1 minuto aproximadamente) será lo más acertado. También se recomienda la práctica de ejercicio cardiovascular a intensidades leves-moderadas, siempre trabajando por debajo del 70% VO2max, durante 40 min – 1 hora. De este modo, durante esta etapa las necesidades energéticas se verán disminuidas.
Entre estas dos fases encontraremos un abanico intermedio, donde identificamos puntos similares a las fases lúteas ya algo avanzadas donde podremos realizar entrenamientos de intensidades medias (70-80% 1 RM) y volúmenes bajos-moderados (8-10 repeticiones). A ello la acompañará una ingesta calórica media. No obstante, en fases similares a fases lúteas tardías debemos remarcar que concentraciones muy elevadas de progesterona pueden comprometer las adaptaciones del entrenamiento.
BONUS: ¿DEBEMOS USAR ANTICONCEPTIVOS HORMONALES?
El tratamiento hormonal anticonceptivos presenta claros beneficios sobre la mujer (Borrego et al., 2003) en tanto que los ciclos menstruales serán más regulares, se reduce en gran medida la dismenorrea o dolor menstrual, alivia el síndrome de tensión pre menstrual, así como reducen el volumen menstrual que puede llegar a producir anemias ferropénicas.
No obstante, su uso debe ser limitado y prescrito ante circunstancias que acarreen desórdenes de mayor índole, es decir, no tomar la píldora solamente porque no queremos usar el preservativo o porque tenemos dolores menstruales. Por vuestra parte chicas, pido que seáis conscientes y consecuentes con lo que hacéis pues se trata de administración de sustancias exógenas con alta potencia farmacológica.
Tabla 3: Efectos adversos habituales que pueden presentar estos fármacos por aumentar las concentraciones de estas dos hormonas en exceso en el organismo.
Incluso podremos ver la aparición de efectos adversos a largo plazo por el uso de estos anticonceptivos orales, dando lugar a la aparición de patologías de mayor índole como puede ser el aumento el riesgo de padecer cáncer de mama y endometrio (tumores estrógeno dependientes) y problemas cardiovasculares como tromboembolismo venoso (TEV) (Jick et al., 2000).
Cabe destacar que se pueden producir una serie de alteraciones en el equilibrio proteico existente entre los tendones y los ligamentos como efecto a largo plazo de estos tratamientos. Y es que las mujeres presentan una menor rigidez tendinosa. Esto quiere decir que tienen menor capacidad de resistir la tracción durante las cargas, es decir, tienen mayor riesgo de lesión (Chicharro y Vaquero, 2006).
En estudios realizados por Hansen y Kjaer en 2014 se ha visto que exposiciones a largo plazo de altas concentraciones de estrógenos (como las que podemos presentar durante tratamientos hormonales anticonceptivos) pueden aumentar la susceptibilidad a la lesión.
Además, al ser sustancias endógenas que mimetizan acciones hormonales presentan numerosas interacciones farmacológicas que tendremos que tener en cuenta a la hora de someternos a cualquier tratamiento.
A pesar de los mayores riesgos, la probabilidad de desarrollar un problema médico grave debido al uso normal anticonceptivos orales es baja, aunque mayor que si no se toman. Por ejemplo, se estima que el riesgo máximo de coágulos sanguíneos en las usuarias de anticonceptivos orales es de 1 coágulo cada 1000 años (unidad de medida), dependiendo de la composición química (Committee on Gynecologic Practice, 2012), si bien esto supone de 2 a 10 veces mayor que quienes no los usan.
CONCLUSIONES
• El tratamiento hormonal sustitutivo consiste en la administración exógena de compuestos análogos a las hormonas ováricas, cuyo mecanismo de acción reside en inhibir la ovulación. Existen dos tipos fundamentales de tratamientos: monofásico, en el que se mantienen las concentraciones hormonales constantes y bi- o trifásico en el cual se presentan variaciones hormonales a lo largo del ciclo.
• Dependiendo del tipo de tratamiento al que nos estemos sometiendo nuestras necesidades nutricionales se verán cambiadas.
A modo de resumen; los niveles altos de estrógenos permitirán una mejor tolerancia a los carbohidratos y podremos aumentar su ingesta mientras que niveles altos de progesterona tenderán a un cúmulo de grasa por lo que su ingesta tendrá que verse disminuida. Esto puede revertirse en caso de que los niveles de estrógenos caigan a expensas de la subida de niveles de progesterona, lo cual cambiará la preferencia metabólica oxidativa para la obtención de energía (pasaremos de utilizar los carbohidratos a utilizar las grasas como principal fuente energética).
• Atendiendo en qué momento nos encontremos del tratamiento podremos modular nuestros entrenamientos de la siguiente forma:
1. Fases análogas a la ovulación: altas cargas de entrenamiento. Entrenaremos a intensidades altas (80-90% 1RM) y volúmenes bajos (4-6 repeticiones). Durante esta etapa debido a los niveles estrogénicos elevados, seremos más susceptibles de lesionarnos. Esto permitirá aumentar nuestras necesidades energéticas.
2. Fases análogas a la fase folicular temprana: cargas de entrenamiento bajas. Podremos trabajar con intensidades bajas (60-75% 1RM) y volúmenes altos (>10 repeticiones). Esto se debe a los bajos niveles hormonales que suelen coincidir con la menstruación. Esto implica una necesidad de disminuir nuestras necesidades energéticas.
3. Fases análogas a la fase lútea: cargas de entrenamiento medias. Entrenaremos a intensidades y volúmenes medios (70-80% 1RM y 8-10 repeticiones respectivamente). Con ello realizaremos un aporte calórico moderado.
En general no se recomienda el uso de este tipo de fármacos ya que presentan gran cantidad de efectos adversos tanto a corto como a largo plazo debido a su potencia farmacológica. Es por esta razón por la que su uso deberá limitarse al tratamiento de desórdenes hormonales o algún problema fisiológico de mayor importancia.
Referencias
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