AUTOR: JOSÉ MARÍA
LA MALA ALIMENTACIÓN: ¿DE QUIÉN ES LA CULPA?
Detrás de este llamativo título, existe una realidad abrumadora que pocas personas conocen.
A nuestra sociedad le interesa mucho qué comer y qué no comer. Dejando un poco de lado el estudio fisiológico más complejo, a la gente le interesa la Nutrición, le gusta tener el conocimiento necesario para decidir qué es lo mejor para llevar una dieta lo más saludable posible. Sin embargo, no existe el conocimiento real. Nos evaden del conocimiento más aproximado a la realidad.
Pregunta a 10 personas que conozca (da igual qué tipo de estudios tengan) y dígale qué opinan sobre consumir más de 3 – 4 huevos por semana.
Probablemente, la mayoría le diga que hay que tener mucho cuidado con el abuso (?) en el consumo de huevos porque está íntimamente relacionado con el aumento de colesterol total, y esto podría provocar un riesgo de enfermedad cardiovascular.
¿SABEMOS DE TODO, PERO NO ENTENDEMOS DE CASI NADA?
Es bien sabido que los anuncios publicitarios, entre otros medios, realizan unas campañas extremadamente fuertes para que el público sea consciente de todos los productos y alimentos novedosos que crea la industria para su posterior compra.
Hay muchos consumidores que no son conscientes de que realmente les están vendiendo algo que no está demostrado científicamente que mejore tu salud. O eso, o les intentan vender algo que realmente costaría menos de la mitad de lo que cuesta.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ya luchó contra Danone, proporcionando pruebas de que el consumo de Actimel no se relacionaba con mejor salud.
Garcinia cambogia, otro suplemento que no tiene evidencia científica que demuestre que ayude a la pérdida de grasa.
PediaSure, un producto supuestamente creado para afianzar una alimentación saludable de un niño de entre 1 – 10 años. La realidad es que 850g de producto basado en azúcar de mesa, almidón de maíz, aceite de girasol, aceite de soja y muchas vitaminas y minerales (producción muy barata), cuesta muy caro.
Sí, exactamente, el consumidor es el que menos culpa tiene de todo este embrollo de malentendidos. Hasta hace 2 años, esta era la Pirámide Alimentaria vigente en nuestro país:
¡Una pirámide que añadía el vino y la cerveza como consumo opcional y moderado!
No importa la fuente, el alcohol no debería ser recomendado bajo ningún concepto en guías alimentarias.
El consumo de alcohol aumenta la probabilidad de aparición de varios cánceres, sin importar la cuantificación del consumo (Alcohol consumption as a cause of cancer, 2016).
El consumo de alcohol aumenta el riesgo de cáncer de la cavidad oral, faringe, esófago, colorrectal, hígado o mama (Alcohol consumption and site-specific cancer risk: a comprehensive dose-response meta-analysis, 2015).
¡Una pirámide que añadía el consumo diario de cereales azucarados de desayuno antes que alimentos como pescado o frutos secos!
¿Seguro que es la gente la que tiene la culpa de alimentarse mal y alimentar mal a los suyos?
LA CULPA ES DE…
Obviamente, cuando existe un conocimiento real de que algunos productos y alimentos no deberían comprarse ni consumirse, pero aún así se compran, la culpa recae en el consumidor. Es decir, si sabe perfectamente que unas galletas infantiles de farmacia son en realidad un alimento ultraprocesado, pero aun así las compra por el mero hecho de venderse en una farmacia, la culpa recae sobre usted.
Otra cosa muy diferente es cuando no existe conocimiento alguno. Estos casos suelen ser los mayoritarios.
Una persona mayor que tenga el colesterol elevado va a creerse que Danacol va a bajar sus niveles de LDL sin que la misma dieta diaria tenga que ver:
Una persona que desee perder algo de grasa y le hayan recomendado aumentar su ingesta proteica, creerá que unas galletas de Bicentury serán válidas por contener en el etiquetado “fuente de proteína”.
Las industrias alimentarias tienen bastante estudiada la Legislación Alimentaria Española. Como se la saben “al dedillo”, siempre llegan al límite de la legalidad para que esas galletas con un colorido tan llamativo, obtenga la denominación de “galleta con proteínas”.
Recordemos qué dice el Reglamento (CE) Nº 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos:
Sí, exactamente, a un alimento puedes denominarlo “proteico” si aporta, como mínimo, el 12% del valor energético total. En el caso de estas galletas de Bicentury, añaden el 15%.
Pero si aporta como mínimo el 20% del valor energético total, se le puede llamar alimento “hiperproteico”.
Otro de los asuntos bastante llamativo, problemático y, sobre todo, culpable de desorientar al consumidor, es el hecho de añadir logos y sellos de autoridades alimentarias a productos ultraprocesados. Uno de los ejemplos más famosos se encuentra en las conocidas galletas Dinosaurus, que como pueden observar, añaden el logo de la Asociación Española de Pediatría:
Aparte, se añaden logos explicando al consumidor que son galletas compuestas de cereales (“cereal” es una palabra que la industria se encargó de relacionarla con aporte energético en el desayuno) y 7 vitaminas.
Para el que no lo sepa, un simple Donuts también está compuesto de cereales (trigo), así que el mero hecho de poner en colores la palabra “cereales” y una hoja de trigo, es pura acción de marketing. Al igual que el añadido de vitaminas y/o minerales, una práctica muy barata económicamente hablando, pero que queda muy bien si se añade en el paquete.
Si hablamos de macronutrientes, no encontraremos nada diferente a lo que podríamos ver en cualquier alimento ultraprocesado e hiperpalatable. Esta clase de alimentos están diseñados perfectamente para conseguir un sabor excepcional en nuestro paladar y nuestro olfato por unas mezclas perfectamente diseñadas de azúcares, sal y grasas. Solo hay que ojear algunos de sus ingredientes: azúcar, aceite de palma, sal, levadura química o jarabes de glucosa y fructosa.
Puede parecer humor, pero esta clase de alimentos están aprobados por la Asociación Española de Pediatría. La AEP, en un informe que realizó para intentar aclarar el revuelo de las galletas, dijo cosas como:
– No existen alimentos buenos o malos sino una alimentación saludable o no. En el caso de los niños hemos de conjugar idoneidad de la dieta y su aceptación por parte de los menores. Las galletas –como otras formas de cereales- son buenos instrumentos para conseguir hacer una dieta variada y saludable.
– Las galletas, de acuerdo con la legislación española, son productos alimenticios elaborados fundamentalmente con una mezcla de harina, grasas comestibles, adicionado o no de azúcares sometido a un proceso de amasado y posterior tratamiento térmico, que dan lugar a un producto de presentación muy variada caracterizado por el bajo contenido en agua.
– Las galletas se caracterizan por su elevado valor energético (400-490 kcal/100 gramos) y en su composición destaca el contenido en hidratos de carbono (60%-70%), entre los que se encuentran los polisacáridos (almidón) y altos contenido de azúcar (25%-35%); su contenido en lípidos es del 12%-25%. Los azúcares son el ingrediente básico de las galletas dulces y constituyen el 40% del total de hidratos de carbono. La ración media es de 4-5 unidades, que equivalen a 30-35 gramos de producto y un aporte energético de 135- 160 kcal.
Y ahora digo yo:
– ¿No existen alimentos buenos y alimentos malos? ¿Es lo mismo una alimentación que conste de 90% alimentos frescos y naturales, que una alimentación que conste de 50% de alimentos naturales? Porque una alimentación está compuesta de alimentos, y son estos los que determinarán el porcentaje de la alimentación.
– Me encanta como definen las grasas de sus galletas: “grasas comestibles”. De comestible a saludable, hay un paso. Comestible es comer en Burger King, pero es más saludable comer ternera con ensalada. Han querido encubrir la adición de aceite palma, un aceite barato, palatable y relacionado con enfermedad cardiovascular (Biological and nutritional properties of palm oil and palmitic acid: effects on health, 2015).
– Una de las cosas que más me impresiona es cómo justifican el elevado porcentaje de azúcar. Comparan sus galletas con el resto de galletas dulces, que son altas en azúcar. Entonces, ¿por qué no tienen todas las galletas españolas el sello de la AEP?
¿Puede que esta práctica de añadir los sellos tenga los días contados? Podría ser posible gracias a la OMC (Organización Médica Colegial), la institución que agrupa a los colegios médicos españoles, que ha propuesto eliminar este tipo de prácticas porque consideran que no es ético. Ahora solo queda que estas instituciones den su brazo a torcer.
Según la OMC, “es contrario a la Deontología Médica solicitar o aceptar contraprestaciones a cambio de prestar la imagen de la profesión médica para avalar productos alimentarios de dudosa salubridad”.
Como conclusión, la culpa de nuestra incultura nutricional recae sobre:
• Las personas que aún sabiendo lo que hay, siguen comprando productos de dudosa fiabilidad.
• Industrias alimentarias, despistando y engañando al consumidor por medios de comunicación de productos y alimentos que realmente no funcionan, no son saludables, o no deberían tener un precio tan alto.
• La legislación alimentaria, la cual sigue permitiendo prácticas desastrosas. Esa misma que aún no obliga a poner en las etiquetas la presencia de grasas trans artificiales, por ejemplo.
“A MÍ ME HAN DICHO QUE ESTA DIETA…”
Otro de los grandes factores por el que somos tan incultos en la faceta nutricional, es por cómo nos venden las famosas “dietas milagro”. Detrás del concepto, existen cientos y cientos de dietas con ningún fundamento científico, basadas en una restricción abismal de determinados grupos de alimentos, basando la dieta en unos pocos, que serán los principales artífices de la dieta.
Un ejemplo claro y mítico puede ser la Dieta Dukan, realizada por el exmédico Pierre Dukan, ahora ya expulsado de su profesión por el Colegio de Médicos. Dukan vende su método en cuatro estructuras, siendo la última la de “estabilización”. Llega un punto en el que esta última etapa llega a ser insostenible para el sujeto que hace la dieta. Al final, pierde la adherencia a ella, y vuelve a aumentar su ingesta calórica de manera desmesurada. Es lo que tiene cuando los únicos alimentos permitidos son “pescados blancos, carnes blancas, mariscos, soja, lácteos desnatados, salvado de avena y verduras”. Es completamente insostenible a largo plazo.
En mi artículo “¡No vuelvas a hacer dieta!” doy mi opinión sobre por qué la sociedad debería de dejar de utilizar la palabra “dieta”. Y esto tiene mucho que ver con lo que vemos hoy día. Queremos resultados rápidos. No buscamos la constancia, lo queremos para hoy. Y eso, señoras y señores, es imposible.
Que no te vendan dietas basadas en alimentos concretos. Todo ello hará que pierdas peso corporal (probablemente también masa muscular) por puro déficit calórico. Pasarás hambre y llegará a ser insostenible. Modifica tus prácticas alimenticias y come variado, sabroso y saludable.