AUTOR: CARLOS SÁNCHEZ
ALIMENTACIÓN DURANTE LA FIBROMIALGIA
La fibromialgia es una enfermedad caracterizada por el padecimiento de dolor generalizado cuya intensidad y localización van variando a lo largo de su transcurso (Imagen 1). Aunque este sea el principal perjuicio derivado de la misma, también conlleva consecuencias como fatiga, disfunción cognitiva o alteraciones del sueño [1, 2].
Imagen 1. Focos o localizaciones de dolor referidos por los pacientes (gris y azul). Extraída de Häuser et al., 2017 [3].
Esta patología afecta más a mujeres que a hombres, constituyendo la principal causa de dolor muscular en mujeres de entre 20 y 55 años [1]. Su prevalencia en España se sitúa en torno a un 2,4%, una tasa similar a la que encontramos en otros países europeos o en Estados Unidos [2].
A pesar de que a día de hoy no se conocen los mecanismos exactos, se ha visto que la fibromialgia resulta de un incremento tal de la sensibilidad que incluso con estímulos muy ligeros la persona es capaz de sentir dolor (alodinia).
De esta forma, la fibromialgia se engloba dentro de un grupo llamado “síndromes de sensibilidad central (central sensitivity syndroms)” dentro del que también se incluyen enfermedades como la fatiga crónica, el síndrome del intestino irritable o el dolor miofascial, entre otras [1].
También se ha observado que los individuos que la padecen presentan alteraciones a nivel de neurotransmisores (niveles bajos o una mala sensibilidad a los mismos), mayor estrés oxidativo y otros mecanismos que implican al sistema nervioso periférico (Imagen 2).
Imagen 2. Sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) y sistema nervioso periférico (nervios).
Se trata de una enfermedad en la que están implicados componentes ambientales y genéticos, y que merma en gran medida la calidad de vida de quienes la padecen, por lo que se requiere de intervenciones efectivas que ayuden a combatir sus síntomas.
Actualmente el tratamiento existente se podría diferenciar en [1]:
• Farmacológico.
• No farmacológico:
o Ejercicio: Ha mostrado ser efectivo en la mejora de la fibromialgia, tanto en forma de ejercicio aeróbico como de fuerza o de flexibilidad. También la realización de actividades acuáticas ha mostrado mejorar los síntomas.
o Terapias “para el cuerpo y la mente”: ejercicios de meditación y movilidad corporal.
o Masajes.
o Acupuntura.
Todas las terapias anteriores han mostrado ser beneficiosas para los pacientes de fibromialgia en algún grado, siendo quizás el ejercicio físico aquella que cuenta con un mayor respaldo científico. Sin embargo, el problema de desconocer exactamente su origen y fisiopatología hace muy difícil el hecho de encontrar un protocolo verdaderamente efectivo.
En este artículo nos centraremos en otro posible enfoque no farmacológico que podría disminuir los síntomas de la fibromialgia: la ALIMENTACIÓN.
SOBREPESO Y OBESIDAD: ALIADOS DEL DOLOR
Un estudio realizado por Cordero y colaboradores en 2014 [4] tuvo como objetivo examinar la relación existente entre el IMC, el perfil lipídico y los síntomas clínicos en pacientes con fibromialgia. Para ello, se analizaron datos de 183 pacientes diagnosticados en los 2 – 3 años anteriores al estudio, los cuales se sometieron a cuestionarios y a escalas de percepción subjetiva del dolor, además de realizarse las medidas antropométricas pertinentes y un análisis bioquímico de la sangre.
Los resultados obtenidos fueron los siguientes: un 37,7% de los pacientes fue catalogado como “no obeso”, mientras que un 35,5% y un 26,8% de la muestra se consideraron “con sobrepeso” u “obesos” respectivamente. Es decir, un 62,3% de la muestra tenía sobrepeso u obesidad.
Como vemos en la siguiente tabla, un mayor índice de masa corporal se relacionó significativamente con un mayor número de puntos (o focos) de dolor, mayor fatiga y mayor cansancio en la mañana.
Del mismo modo, alteraciones del perfil lipídico como mayor concentración de colesterol total y/o de triglicéridos se asociaron con manifestaciones más severas de la enfermedad. Cabe destacar que, en este estudio se encontró que casi un 60% de los pacientes presentaba dislipemias.
Tabla 1. Relación entre IMC y perfil lipídico con algunos síntomas de la fibromialgia. *p<0,05 (estadísticamente significativo); **p<0,005 (estadísticamente significativo). Extraída de Cordero et al., 2014 [4].
Para comprobar si la reducción del peso corporal suponía una mejora de la sintomatología de la fibromialgia, en 2012 un grupo de investigadores [5] probaron esta hipótesis en un grupo de obesos que padecían la enfermedad. Para ello, dividieron la muestra de 83 sujetos en 2 grupos:
• Grupo de pérdida de peso: dieta hipocalórica de 1200 kcal/día durante 6 meses. Basado en comida real, poco procesada y en lácteos desnatados. La distribución de macronutrientes fue de en torno a 50-55% de hidratos de carbono, 15-20% de proteína y un 30% aproximado de grasas.
• Grupo control: los sujetos no podían seguir ningún programa de pérdida de peso durante el estudio. Sin embargo, se le dieron directrices para que basasen su dieta en los mismos alimentos (reales, poco procesados) que el otro grupo pero sin hacer una restricción calórica. Esto lo hicieron para evitar que el efecto medido se pudiese deber a seguir una alimentación saludable y no a una pérdida de peso.
Los resultados se evaluaron a partir de cuestionarios (de severidad de la enfermedad, estado de ánimo y calidad del sueño) y pruebas de tolerancia al dolor. A nivel de laboratorio evaluaron parámetros sanguíneos relacionados con la inflamación.
A los 6 meses, los pacientes del grupo de intervención presentaron una disminución significativa del IMC (de 32,3 a 29,03 kg/m2 de media) mientras que no se apreciaron diferencias en el grupo control.
Los sujetos que redujeron su peso mostraron a través de los cuestionarios presentar una severidad mucho menor de la enfermedad que los controles. Esto quedó reflejado en menores índices de desgaste físico, dolor, fatiga y depresión.
Los autores además destacaron un número más bajo de focos del dolor y concentraciones más bajas de marcadores inflamatorios en el grupo intervenido.
ESTATUS NUTRICIONAL EN PACIENTES CON FIBROMIALGIA
La deficiencia de algunas vitaminas ha sido relacionada con el dolor crónico [1]. Por otro lado, el estrés oxidativo es uno de los factores que se han propuesto como posibles causas del empeoramiento de la fibromialgia. En este contexto, y como veremos más adelante, numerosos estudios han investigado el rol de los antioxidantes, ya sea a través de la suplementación con preparaciones aisladas o con prescripciones de dietas con alto contenido en los mismos.
En el pasado año 2016, se publicaron dos artículos en los que se evaluaban los hábitos de alimentación de mujeres con fibromialgia.
En el primero de ellos [6], las participantes (43 pacientes y 44 mujeres sanas) hicieron registros alimentarios de 3 días no consecutivos (2 días de semana y 1 día del fin de semana). Los autores observaron que la ingesta de micronutrientes (vitaminas y minerales) por lo general era significativamente menor en el grupo con fibromialgia que en el grupo control (Tabla 2).
Los investigadores también hallaron una correlación negativa entre el consumo de vitamina E y la severidad de los síntomas (mayor consumo de vitamina E = menor severidad).
Tabla 2. Comparativa entre las ingestas de micronutrientes entre el grupo con fibromialgia y el grupo control. Extraída de Batista et al., 2016 [6].
Este bajo consumo, según mencionan los propios autores, podría estar ligado con un mayor requerimiento de fármacos y un peor desarrollo de la enfermedad, ya que supone un menor suministro de agentes antioxidantes. En cambio, en mujeres adolescentes no se encontraron diferencias en cuanto al consumo de energía, macronutrientes, vitaminas y minerales [7].
En otro estudio de 2016 [8], se evaluó una muestra de 486 mujeres con fibromialgia. De estas, un 73% presentaban sobrepeso u obesidad (de nuevo aparece la relación sobrepeso – fibromialgia) y un porcentaje similar de la muestra refirió estar siguiendo algún tipo de dieta, bien para mejorar los síntomas de la enfermedad o para disminuir el peso corporal.
A pesar de que el consumo de frutas se consideró alto entre la mayoría de las participantes, los de verduras y pescado se clasificaron como moderado y bajo respectivamente. Llama la atención el escaso consumo de legumbres referido por la mayor parte de las pacientes.
Los autores encontraron asociaciones entre un mayor consumo de frutas, verduras y pescado con una mejor salud mental en pacientes con fibromialgia.
Posiblemente la mayor debilidad del estudio es el criterio para distinguir entre ingestas bajas, moderadas y altas, ya que por ejemplo, para considerar que un alimento era altamente consumido, simplemente bastaba con ingerir una toma al día. Por ejemplo, incorporar una ración diaria de fruta se consideró como alto (algo que en base a las recomendaciones apenas roza el mínimo si tenemos en cuenta campañas como la de 5 al día).
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando se comparan los niveles en sangre de estos antioxidantes? Lo cierto es que es un tema en el que existe bastante controversia. En la revisión llevada a cabo por Arranz en 2010 [9], se citan varios artículos que ponen de manifiesto un nivel más bajo de antioxidantes y un mayor estado pro-oxidativo en pacientes con fibromialgia.
Sin embargo, en un estudio posterior Sakarya y coautores (2011) [10] reclutaron un total de 80 mujeres, de las cuales 40 padecían fibromialgia y 40 actuaron como grupo control (sano). Tras realizar analíticas sanguíneas y algunos test para evaluar la enfermedad no observaron diferencias significativas de los niveles séricos de vitaminas A, C y E ni de magnesio. De la misma manera los autores fueron incapaces de relacionar dichos niveles con la severidad de los síntomas típicos de la enfermedad.
Por otra parte, en el estudio de Akkus et al. citado por Sakarya (2011) [10] sí que se encontraron diferencias significativas en cuanto a los niveles de vitamina A y E en suero. Los autores sugieren que este hallazgo, contrario al suyo, pudo deberse a la utilización de distintas técnicas de laboratorio a la hora de realizar las mediciones.
Otro estudio anterior [11], trató de asociar las concentraciones séricas de zinc, magnesio y selenio con la gravedad o la manifestación de los síntomas de la fibromialgia. Se observó que los niveles de zinc y magnesio estaban significativamente disminuidos en el grupo con fibromialgia en comparación con los sujetos sanos. Además aparecieron correlaciones inversas entre los niveles de zinc y magnesio con la cantidad de focos de dolor y el grado de fatiga, respectivamente. Es decir, cuanto mayores son los niveles de estos elementos, menor prevalencia de puntos de dolor y menor percepción de fatiga.
En vista de los resultados de estos estudios es difícil determinar si la etiología de la enfermedad puede estar relacionada con variaciones en los niveles de antioxidantes y minerales. En cualquier caso, aunque la evidencia sugiere que efectivamente el nivel de estrés oxidativo es mayor en pacientes con fibromialgia, no sabemos si es una causa o una consecuencia de la enfermedad [9].
ALIMENTACIÓN Y FIBROMIALGIA
El seguimiento de determinados patrones de alimentación podría ser capaz de mejorar la sintomatología de la fibromialgia. Uno de los enfoques más estudiados es el consumo de una dieta vegetariana o vegana. Esta hipótesis se fundamenta en que este tipo de alimentación es más rica, por lo general, en antioxidantes que una dieta omnívora típica occidental. Veamos qué dicen los estudios.
El primero, publicado en el año 2000 de la mano de Azad y colaboradores [12] tuvo como objetivo evaluar el efecto de seguir una dieta exenta de proteínas animales sobre los síntomas de la fibromialgia en un grupo de 37 pacientes, mientras que otro grupo siguió con su dieta habitual pero fueron medicados con amitriptilina (un antidepresivo). En este caso el efecto de la dieta vegetariana sólo mejoró de forma significativa la percepción de dolor, pero no otros parámetros como la fatiga o el insomnio, los cuales sí fueron afectados en el grupo medicado.
En ese mismo año, Kaartinen y coautores [13] diseñaron un experimento en el cual un grupo de mujeres con fibromialgia se dividió en dos grupos: dieta crudivegana (n=18) y dieta omnívora habitual (n=15). No se repartieron al azar, sino que los propios sujetos eligieron quiénes se sometían a la intervención y quiénes no. Durante 3 meses las pacientes debían consumir la dieta asignada, mientras que durante los 5 meses siguientes podrían seguir la dieta que prefiriesen. Los resultados fueron curiosos.
En primer lugar cabe destacar que ninguna paciente continuó con la dieta crudivegana más allá de los meses de intervención (los 3 primeros meses). Durante este periodo se produjeron numerosos cambios significativos en el grupo intervenido tales como: descenso del IMC, de los índices de dolor percibido, mejoró la calidad del sueño y la salud general (evaluada a través de cuestionarios) y se observó una tendencia no significativa hacia una menor cantidad de focos de dolor. Sin embargo, el abandono de la dieta crudivegana trajo consigo una re-ganancia de peso y la reversión de muchos de los parámetros previamente mejorados.
En otro estudio posterior [14] en el que se instruyó a un grupo de enfermos para que también consumiesen una dieta vegana prácticamente constituida por alimentos crudos durante 7 meses se apreciaron mejoras muy significativas en cuanto a la severidad de la patología y la calidad de vida en general (Tabla 3). Los autores no mencionan si los sujetos experimentaron o no cambios en la composición corporal lo que, junto a la falta de grupo control, suponen las mayores limitaciones de este estudio.
Tabla 3. Impacto de la dieta vegana en distintos parámetros de la enfermedad y la calidad de vida en general. Mediciones realizadas al inicio y a los 2 y 7meses de intervención. Extraída de Donaldson et al., 2001 [14].
Por otra parte, dado que la fibromialgia comparte sintomatología y podría estar estrechamente relacionada con la enfermedad celiaca y con la sensibilidad al gluten no celiaca, algunos autores sugieren que una dieta exenta de gluten sería capaz mejorar la calidad de vida del enfermo. En varios estudios, [15-17] los pacientes con fibromialgia se beneficiaron al seguir una dieta sin gluten. No obstante existe muy poca literatura al respecto y se necesita más investigación para poder emitir recomendaciones.
SUPLEMENTOS DURANTE LA FIBROMIALGIA
Creatina
Varios estudios han empleado la creatina como medio para mejorar la evolución en enfermedades neurológicas, neuromusculares y ateroscleróticas, mostrando en todos los casos provocar muy pocos efectos adversos.
En cuanto a su efectividad con respecto a la fibromialgia se han encontrado resultados interesantes. Un ejemplo de ello es el estudio de Leader y colaboradores [18] en el cual se realizó un seguimiento durante 12 semanas a 16 pacientes. Estos tomaron 5 g/día de creatina monohidrato durante las primeras 8 semanas y dejaron de tomarla las 4 últimas. Para evaluar los resultados se realizó el cuestionario FIQ que valora la severidad de los síntomas de la enfermedad, obteniéndose la siguiente gráfica (Gráfica 1):
![FIBROMIALGIA valoraciones]()
Gráfica 1. Valoraciones de FIQ a lo largo del estudio. Extraída de Leader et al., 2009 [18].
Si observamos, los valores más bajos (menor severidad de los síntomas) se alcanzaron en mitad del estudio (mientras se estaba consumiendo creatina), sin embargo, una vez que dejaban de tomarla se volvía a valores basales. Esta mejora además se corroboró a través de otras pruebas de evaluación del dolor. Previamente en un estudio de un caso-control (n=1) los autores también habían observado mejoría tras suplementar con creatina [19].
En otro estudio [20], la suplementación con creatina en mujeres con fibromialgia mostró mejorar significativamente la fuerza muscular en las pacientes, sin embargo en esta ocasión, no se encontraron cambios con respecto a la severidad de la enfermedad (medida con el cuestionario FIQ), la percepción del dolor o la calidad del sueño. Tampoco se alteraron la capacidad aeróbica ni la función renal tras el periodo de suplementación.
Antioxidantes
Como hemos comentado anteriormente, la fibromialgia se relaciona con un estado de mayor estrés oxidativo. Por ello, se ha contemplado la posibilidad de que el aporte de estas sustancias pueda resultar en un beneficio para el paciente.
La coenzima Q10 aparece disminuida en pacientes con fibromialgia [21] y dado su importante papel en el metabolismo mitocondrial y en la regulación de la producción de radicales libres (pro-oxidantes), algunos autores han valuado los efectos de la suplementación con la misma.
Un estudio recientemente publicado [22] muestra cómo se mejoraron múltiples síntomas de la enfermedad (FIQ, índices de dolor, calidad del sueño, menor inflamación, producción de especies antioxidantes) tras la suplementación con 300 mg/día de coenzima Q10.
También se ha podido observar como el estrés oxidativo puede reducirse mediante la suplementación con vitaminas C y E junto con la realización de actividad física [24]. No obstante, no afectó de forma significativa ni a la intensidad ni al número de focos de dolor.
CONCLUSIONES
La fibromialgia es una enfermedad que merma muy significativamente la calidad de vida de las personas afectadas. Actualmente no es comprendida al 100%, lo que complica la aplicación de terapias concretas que sean realmente efectivas.
Sus síntomas empeoran conforme aumenta el grado de sobrepeso y obesidad y remiten o mejoran de forma significativa cuando el peso corporal se reduce. El ejercicio físico parece ser una importante ayuda para el paciente.
Esta patología está relacionada con un mayor estrés oxidativo y, por consiguiente, con una menor concentración de antioxidantes a nivel sanguíneo.
Sin embargo, aunque resulta bastante prometedor, los enfoques dietéticos que aporten una mayor cantidad de antioxidantes (dietas vegetarianas o veganas, suplementos, etc.) no cuentan con suficiente respaldo científico por el momento.
En algunos pacientes con sensibilidad al gluten no celiaca que sufran de fibromialgia, una dieta exenta de gluten podrá mejorar el desarrollo de la enfermedad.
En cualquier caso sí que parece recomendable que la dieta del paciente sea de la máxima calidad y se base en alimentos reales poco procesados que sean fuentes naturales de antioxidantes.
La creatina monohidrato y la coenzima Q10 parecen ser beneficiosas en algunos estudios, pero antes de emitir recomendaciones, se necesitan investigaciones con mayores tamaños de muestra y durante mayores períodos de tiempo que permitan una evaluación más exhaustiva. No obstante, y al tratarse de sustancias que producen pocos efectos adversos podrían ser aplicables en estos pacientes.
Bibliografía y referencias
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