AUTOR: ROBERTO GARCÍA
HIPOTIROIDISMO:IMPORTANCIA DE LOS ALIMENTOS
Continuando la saga de artículos sobre hipotiroidismo en la que ya hemos tratado las generalidades de la enfermedad y el caso concreto del hipotiroidismo subclínico, en este nos centraremos en la importancia de los alimentos para un paciente con hipotiroidismo, tratando de resolver las dudas sobre qué es favorable y qué es menos recomendado.
La nutrición puede desempeñar un papel importante en el control de la enfermedad, disminuyendo los factores de riesgo y ayudando al funcionamiento de otros tratamientos complementarios.
Como argumentábamos en el primer artículo de todos, no puede curarse sólo con la dieta, pero sí pueden tratarse otros síntomas como la hipotensión, el aumento del apetito, el aumento de peso, hipercolesterolemia, etc.
ALIMENTOS BOCIÓGENOS, NOCIVOS PARA LA FUNCIÓN TIROIDEA
Los bociógenos son sustancias de origen natural presentes en ciertos alimentos que interfieren en la producción de hormonas tiroideas. Bloquean la absorción de yodo, un mineral esencial para la producción y liberación de estas hormonas, e imprescindible en pacientes con hipotiroidismo.
Aunque estos alimentos no sean perjudiciales para personas sanas, en personas con potencial de sufrir bocio deben tomar otras medidas:
– Personas con antecedentes familiares de la enfermedad.
– Personas que ya presenten síntomas.
– Mujeres que se acerquen a la menopausia.
Los bociógenos contribuyen al crecimiento de la glándula. Si esta experimenta dificultad en la producción de sus hormonas, tratará de agrandarse para compensar la deficiencia, agravando el problema. No se trata de alimentos dañinos para el cuerpo, pero sí pueden actuar como un agravante si se consumen en grandes cantidades (importante releer esta frase). Esta es una lista de los alimentos más destacados a evitar o restringir:
– Soja: es el menos saludable en pacientes que se mediquen con levotiroxina. En estos casos, se recomienda evitarlo.
Destacamos que la soja tiene propiedades para reducir algunos de los síntomas en mujeres con menopausia, pero aumenta el riesgo de agravar la disfunción tiroidea. Algunos síntomas de la menopausia como depresión, aumento de peso y letargo, son comunes a esta patología, por lo que conviene diferenciarlos.
– Brócoli, coliflor, col rizada, yuca, lechuga, pimiento, nabo, rábano, apio, pepino, cacahuetes, castañas, piñones, semillas de lino o linaza, mijo, mostaza, maíz, melón, naranja, limón, ciruelas, granada, uva, higo, aguacate…, entre otros.
Estos alimentos contienen ácido cafeíco, ácido clorogénico, ácido elágico y litio, sustancias que disminuyen la producción de la hormona tiroxina (T4), y consecuentemente la función tiroidea.
– El cloro en el agua y el flúor: ambos bloquean los receptores químicos del yodo en el organismo, por lo que deben ser evitados a concentraciones altas.
– Ajo: Puede aumentar la producción de T3 en dosis moderadas, pero en exceso se ha asociado a casos de reducción de la absorción de yodo.
Preferiblemente, todos estos alimentos deberían estar bien cocinados (para eliminar o reducir el elemento bociógeno) y no formar parte de la dieta habitual en gran cantidad. La restricción sobre el consumo de estos alimentos también dependerá de la gravedad del problema, pues por ejemplo pacientes que todavía no necesiten medicación no los consumirán frecuentemente pero los tendrán permitidos, mientras que pacientes medicados solo podrán consumirlos casualmente, siempre cocinados y en pequeña cantidad.
ALIMENTOS FAVORABLES PARA EL HIPOTIROIDISMO
ALIMENTOS RICOS EN YODO
Es un mineral que se combina con el aminoácido tirosina para producir y liberar las hormonas tiroideas. Si el aporte de yodo es insuficiente no solo disminuirá la producción de dichas hormonas, sino que la glándula tiroides tendería a compensar su falta con el incremento de tamaño (aparición de bocio) para aumentar la captación del mineral. En mujeres embarazadas, su deficiencia también puede alterar el desarrollo fetal (cretinismo en los niños).
La ingesta recomendada de yodo es de 150 mcg/día para hombres y mujeres a partir de los 14 años y en adelante, y de 220-290 mcg/día en mujeres embarazadas y lactantes respectivamente.
Algunos de los alimentos más ricos y recomendados para cubrir estas necesidades son:
– Mariscos y pescados: aportan la mayor cantidad de forma natural. Algunos ejemplos son el bacalao, la caballa, almejas, mejillones, gambas, atún, salmón, etc.
– Sal yodada: es la fuente más importante en dietas vegetarianas, o en personas con un consumo escaso de alimentos marinos. Una cucharadita rasa de este producto puede aportar 150 mcg de yodo, cubriendo fácilmente las necesidades diarias. Se recomienda complementar el consumo a través de otras fuentes, ya que por sí sola puede no ser suficiente para contrarrestar otros efectos de la baja función tiroidea.
– Algas marinas: tienen un alto contenido, pero no se deben consumir en exceso ya que un aporte excesivo de yodo (+1.100 mcg/día) puede empeorar la función de la glándula, aumentar los anticuerpos antitiroideos o aumentar el riesgo de sufrir hipertiroidismo en personas con la enfermedad de Graves.
– Algunos vegetales: la cantidad de yodo variará considerablemente dependiendo de los minerales en el suelo. Podemos decir que algunos alimentos de origen vegetal con un buen aporte son: pistachos, nueces, almendras, avena, avellanas, fresas, lentejas, tomates, piña, dátiles, etc.
ZINC, VITAMINAS DEL GRUPO B Y VITAMINAS A,C Y E
Estos nutrientes también están involucrados en la mejoría de la función tiroidea. Debido a la variedad de vitaminas y minerales involucrados en esta, es clave recomendar una alimentación equilibrada con un alto consumo de alimentos enteros. Algunos de los más recomendados para cubrir estas necesidades son: huevos, productos lácteos, productos del mar (ej: mariscos), carnes (vitaminas grupo B), aceite de oliva (vit E), etc.
AGUA PURIFICADA Y ALGUNAS AGUAS MINERALES
Su consumo ayuda a reducir la ingesta de fluoruro, una sustancia utilizada en pacientes con hipertiroidismo para reducir la función tiroidea. Por lo tanto, este agua resultará favorable en pacientes con hipotiroidismo.
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DIETA HIPOCALÓRICA Y EQUILIBRADA
Está recomendado repartir el consumo de alimentos en varias comidas a lo largo del día (Ej: 3-5 comidas), así como seguir las recomendaciones para una dieta equilibrada. Esto asegura un consumo suficiente de todos los nutrientes, y reforzará el efecto de los consejos que hemos dado hasta ahora.
Un paciente con hipotiroidismo presenta unas necesidades energéticas reducidas, lo que aumenta las posibilidades de sufrir sobrepeso u obesidad junto con retención de agua y sal. En general, se supone una reducción de las necesidades energéticas de un 10%, aunque esto dependerá de la gravedad de la enfermedad en cada paciente.
Para establecer las necesidades energéticas y crear un plan adecuado, hay que calcular las necesidades de calorías diarias con algunas de las fórmulas propuestas y conocidas (ej: Harris Benedict, más la suma de la actividad física), restar el 10% del total y realizar la distribución de macronutrientes normalmente. Para la selección de alimentos, hay que tener en cuenta todos los consejos que se han dado.
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CONCLUSIONES
Si no se sufre la enfermedad, seguir una dieta equilibrada, la ausencia de sobrepeso, el ejercicio físico regular y un buen descanso ayudarán a mantenerla a raya.
Si ya se padece, se aconseja seguir con los puntos anteriores y, además, prestar atención a evitar los alimentos que favorecen el bocio, a incluir los que mayor aporte de yodo ofrecen y a alcanzar los micronutrientes necesarios e importantes. La dieta hipocalórica también entra dentro de las especificaciones nutricionales, aunque siempre se aconseja acudir a un nutricionista-endocrino competente que valore cada caso particular.
Para valorar el posible tratamiento con levotiroxina y la interacción con los alimentos, es necesaria la cohesión profesional entre médicos y profesionales de la nutrición. Siguiendo estas especificaciones junto con las de los profesionales sanitarios, mejorará la actuación sobre el cuidado de la función tiroidea y evitará el empeoramiento de la enfermedad.
Bibliografía
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