AUTOR: IVÁN ALONSO
LA MÚSICA EN EL RENDIMIENTO DEPORTIVO
La mayoría de nosotros relacionamos la actividad física con escuchar música. Es difícil imaginar un centro deportivo donde no se ponga música de fondo (aeróbic, spinning, bodypump…), eventos deportivos que no usen música para crear emoción y motivar a los participantes o simplemente una persona que salga a correr por la calle sin auriculares.
Por su parte, también son muchos los deportistas de élite que afirman sentirse “mejor preparados” a la hora de afrontar una competición cuando escuchan música para “estimularse”.
¿Realmente hay alguna razón fundamentada para ello? ¿Puede la música producir un efecto ergogénico? ¿Puede ayudarme a mejorar en mi deporte?
Aunque mi compañero Mario ya escribió al respecto en este artículo (lectura muy recomendada antes de continuar), en esta ocasión realizaremos un análisis un poco más extenso con la intención de complementar dicha información y contestar de la forma más exhaustiva posible las preguntas planteadas.
INTRODUCCIÓN
Los primeros trabajos que relacionan el efecto de la música con el rendimiento deportivo se remontan al año 1902, cuando MacDougal (1902) postuló que el ritmo de la música ayudaba a la ejecución de los movimientos.
A pesar de que ya se hablaba de esta relación, en realidad el término “ergogénico” propiamente dicho y atribuido a la música no fue recogido por la literatura médica hasta el año 1972, en el artículo de revisión de Lucaccini & Kreit (1972).
Dicha acepción comienza a ser utilizada en base a las teorías de la “percepción selectiva” (Broadbent, 2013) y de la “atención focalizada” (Hernández‐Peón et al., 1961) según las cuales el sistema nervioso solo puede atender a un estímulo (Copeland & Franks, 1991; Nideffer, 1976; Pennebaker & Lightner, 1980). Esto hizo plantear la hipótesis de que mediante la estimulación musical del SNC la aparición de la fatiga podría retrasarse.
Este posible uso de la música con fines de regulación del afecto y la estimulación ha llevado a que en la última década se haya producido un fuerte incremento del número de estudios que examinan los posibles efectos ergogénicos de la música en el deporte.
Para poder estudiar estas cuestiones se han utilizado diferentes parámetros psico-fisiológicos, como la frecuencia cardíaca (HR), el Rango de Esfuerzo Percibido (RPE) de Borg, el lactato sanguíneo, la presión arterial (BP), la Encuesta de Actividad Física (PAQ) o la Escala de Sentimiento Bipolar, entre otros muchos.
ESTUDIOS SOBRE LA INFLUENCIA DE LA MÚSICA EN EL DEPORTE AERÓBICO
Aunque no todos, gran parte de los estudios existentes encuentran una relación significativa entre escuchar música y un mayor rendimiento en el ejercicio aeróbico.
Los resultados más consistentes al respecto (ejercicio aeróbico y tests de VO2) han sido arrojados cuando la selección musical la han realizado los propios participantes, tanto en los ejercicios de intensidad máxima como en los ejercicios de intensidad submáxima (LeBlanc et al., 1988).
Una de las posibles explicaciones propuestas para la mejora del rendimiento sería que la música puede proporcionar un efecto de distracción temporal sobre algunas de las señales interiores del cuerpo que se asocian con la fatiga. Sin embargo, en lo que respecta a la capacidad de trabajo máxima, la música no parece proporcionar un efecto ergogénico que supere las propias limitaciones fisiológicas del cuerpo.
Varios estudios (Anshel, 1978; Bates & Horvath, 1971; Macdougall, 1902; Mikol & Denny, 1955) plantean la posible existencia de una predisposición innata e inconsciente en el ser humano a sincronizar rítmicamente sus movimientos corporales con el ritmo de la música. Muchos autores se basan en este hecho para explicar algunos de los hallazgos encontrados respecto al potencial ergogénico de la música en el ejercicio aeróbico.
Su hipótesis es que la menor percepción de esfuerzo estaría relacionada con una menor respuesta simpática al ejercicio gracias al efecto “relajante” de la música. Al haber una menor actividad simpática (menor concentración de catecolaminas circulantes) se produciría una vasoconstricción arteriolar menor, favoreciendo a su vez una mejor perfusión al músculo esquelético en actividad (menor producción de lactato y mejor aclaramiento) y con una respuesta cronotrópica y tensional menor.
Antes de pasar al ejercicio anaeróbico, otro aspecto especialmente relevante es la tendencia encontrada por Atkinson et al., (2004) a realizar los primeros km de las pruebas en las que se escucha música con velocidades iniciales mucho mayores que en la prueba sin música, lo cual, de no poder mantener el mismo esfuerzo hasta el final, podría conllevar un gasto inadecuado de energía en una competición real. En tal caso la música podría estar actuando más bien como un estimulante negativo.
ESTUDIOS SOBRE LA INFLUENCIA DE LA MÚSICA EN EL DEPORTE ANAERÓBICO
La cantidad de estudios que han investigado los efectos de la música sobre el rendimiento en series supramáximas es considerablemente menor que en el caso de ejercicios aeróbicos. Además, a pesar de que en los últimos años se han realizado más publicaciones al respecto, los tests anaeróbicos continúan mostrando resultados inconsistentes.
Un hecho a destacar es que la mayoría de estudios que miden las respuestas fisiológicas a la música en ejercicios máximos se han centrado en examinar el efecto de la música durante la propia realización de los mismos. Por norma general, esto no resulta representativo de situaciones reales, dado que en la mayoría de deportes no se puede escuchar música durante la competición. Por esta razón, parece que los momentos más interesantes para analizar la capacidad ergogénica de la música serían durante el calentamiento y/o durante la recuperación.
En este sentido, merecen una especial atención los estudios de Chtourou (2012) y Jarraya (2012), los cuales encontraron una potencia máxima significativamente mayor en el grupo que realizó el calentamiento con música. Estos resultados demuestran que la música durante el calentamiento puede aumentar fisiológicamente el rendimiento del ejercicio anaeróbico.
Resulta también especialmente interesante el estudio de Eliakin et al., (2007) por revelar que la música tiene un efecto significativo en el calentamiento y que, por tanto, podría tener un pasajero efecto beneficioso en el rendimiento anaeróbico.
Finalmente, en lo que respecta a la recuperación, algunos trabajos han constatado una disminución significativa de hormonas de estrés (betaendorfinas y cortisol) solo con escuchar música (Miller, 1984; Möckel et al., 1994).
OTRAS POSIBLES APLICACIONES DE LA MÚSICA EN EL DEPORTE
Lesiones deportivas
La posibilidad de reducir el dolor mediante intervenciones con música en el entorno clínico sanitario ha despertado mucha expectación en los últimos años. En este sentido, revisiones recientes han demostrado que este tipo de intervenciones musicales pueden tener efectos positivos en la reducción de la ansiedad y el dolor (Nilsson, 2008).
Población sedentaria
La falta de motivación por parte de la población a la hora de realizar actividad física está contribuyendo a que su peso corporal sea muchas veces poco saludable (van der Vlist, Bartneck & Mäueler, 2011).
Teniendo en cuenta que la menor sensación de esfuerzo percibido parece resultar más notaria en individuos sedentarios (Boutcher & Trenske, 1990; Copeland & Franks, 1991; Johnson & Siegel, 1987; Schwartz, Fernhall & Plowman, 1990), la música puede ayudar a motivar y retrasar la fatiga en estas personas, lo cual podría favorecer una mayor adherencia a la práctica deportiva. (Elliott, Carr & Orme, 2005; Gfeller, 1998; Karageorghis & Terry, 1997; Karageorghis, Terry & Lane, 1999; Ziv & Lidor, 2011).
Mejorar la ejecución del gesto deportivo
Dillon (1952) y Beisman (1967) encontraron ya hace tiempo que la música puede ayudar en el aprendizaje de nuevas habilidades motoras. Más recientemente, trabajos como el de Ferguson et al. (1994) han encontrado una relación significativa entre escuchar música y mejoras en la ejecución del gesto deportivo.
REFLEXIÓN FINAL
La mayor parte de los hallazgos encontrados hasta el momento parecen apuntar a un posible efecto positivo de la música sobre el rendimiento físico, sobre todo, en el caso del ejercicio aeróbico. Sin embargo, no debemos obviar que los resultados encontrados son muchas veces contradictorios, por lo que resulta evidente la necesidad de seguir investigando al respecto antes de sacar conclusiones precipitadas.
Aunque a lo largo del artículo nos hemos centrado en los posibles efectos psicofisiológicos que produce la música, tal y como sugiere Gfeller (1988), muchas veces su papel “ergogénico” aparece solo si la canción escuchada está relacionada con algún hecho extramusical, por ejemplo la película de Rocky o un evento olímpico.
Incluso en alto nivel, varios estudios de cuestionario han informado que los atletas escuchan muchas veces música únicamente con la intención de regular estados afectivos tanto positivos como negativos (Bishop, Karageorghis & Loizou, 2007; Stevens y Lane, 2001; Terry, Dinsdale, Karageorghis y Lane, 2006).
Lo que pretendemos trasmitir es que, independientemente de que la mejora del rendimiento sea una característica de la música per se, si la vivencia personal y la interpretación que da el deportista a una determinada canción es positiva, es muy probable que se produzcan mejoras (Karageorghis & Terry, 1997).
Si consideras que escuchar tu música favorita te ayuda a correr distancias más largas, a levantar más kg o a realizar una mejor técnica, desde PowerExplosive te animamos a que no dejes de hacerlo y superarte cada día.
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