LA PÍLDORA DEL jerJERCICIO
La evidencia apoya la conclusión de que la inactividad física es uno de los problemas de salud pública más importantes del siglo XXI, e incluso puede ser la más importante. Esto no es negar la relevancia de otros problemas de salud; y, ciertamente, tenemos que prestar mucha más atención al global de hábitos diarios que a una única razón, pues la población a nivel mundial se está volviendo sedentaria y enferma metabólicamente hablando, y nos lleva a mostrar preocupación porque la importancia crucial de la actividad física está infravalorada y poco apreciada por muchas personas en la salud pública y la medicina clínica. La siguiente imagen presenta datos esclarecedores al respecto, en los que claramente una baja capacidad física es el indicativo más determinante para predecir el riesgo de mortalidad.
Si sois lectores habituales de este blog, esperamos que el problema de la inactividad física esté más o menos resuelto, pero ante las recientes noticias del no tan reciente descubrimiento de una píldora que simula los efectos del ejercicio (ya se probó en 2009 en roedores), podríais veros tentados a mejorar vuestra capacidad física con su administración como medicamento. Tanto si es ese el caso como si el sedentarismo forma parte de tus hábitos diarios, hemos de explicar por qué no es la verdadera solución para mejorar la forma física y la salud.
DESCUBRIMIENTO DE LA PÍLDORA DEL EJERCICIO
En 2007, el Instituto Milken, estima que las siete principales enfermedades crónicas que se relacionan con el fallecimiento de personas en el mundo desarrollado suponen un gasto medio de 1.3 millones de dólares. Antes este dato, se plantean la posibilidad de que si los efectos metabólicos conseguidos por el ejercicio se pudieran comercializar en forma de píldora, se podría reducir drásticamente la prevalencia, así como la morbilidad y la mortalidad asociadas con estas condiciones. Incluso aventuraban con crear un mundo más saludable, más feliz y más productivo.
Siguiendo las recomendaciones superficiales de algunos colegios e instituciones de medicina, se empezó a trabajar en cómo meter en una cápsula de unos pocos miligramos los efectos de 150 minutos de ejercicio a la semana, una prescripción de ejercicio que, sin embargo, no se ajusta a todas las situaciones individuales. Por ejemplo, sedentarios o personas mayores con múltiples enfermedades crónicas es probable que obtengan un gran beneficio de incluso un pequeño aumento en la actividad física, tal como 60-70 min / semana de baja a moderada intensidad, junto con un poco de equilibrio y entrenamiento de fuerza; mientras que para una persona sana de 30 años de edad, 60-70 minutos es mejor que nada, pero 150 minutos o más a la semana puede tener mejores efectos a largo plazo. De igual manera, la dosis y tipo de actividad física para las mujeres posmenopáusicas es más que probable que sea diferente de la dosis y el tipo requerido para la pérdida de peso en un hombre joven.
El caso es que el ejercicio no sólo se ve reflejado en la imagen externa de una persona, sino que a nivel interno, el mejorar las actividades y capacidades muscular y cardiovascular se refleja en un cambio positivo en la homeostasis (equilibrio metabólico).
INGREDIENTES DE LA PÍLDORA
Entre los efectos producidos por el ejercicio a medio plazo, los estudios han demostrado un papel regulador de dos vías de señalización (por citar las que más se repiten en la bibliografía consultada, aunque son innumerables en cantidad):
• Receptor PPAR-δ: funcionan como factores de transcripción y regulan la expresión de múltiples genes, favoreciendo un estado óptimo de funcionamiento del metabolismo de las grasas, afectando a la reducción inflamatoria.
• AMPK: Enzima participativa en la obtención de energía celular, que además potencia directa o indirectamente (según el tipo de ejercicio) la actividad del receptor anterior.
Bajo la hipótesis teórica de que PPAR-δ y AMPK pueden interactuar para controlar el fenotipo metabólico de las fibras musculares, mejorando la capacidad de trabajo de las fibras oxidativas (tipo I), autores interesados en el tema de la píldora del ejercicio se plantearon hacer una comparativa al administrar por vía oral (cápsulas) activadores de ambas vías de señalización celular.
Los autores descubrieron que la administración del agonista del PPAR-δ (llamado GW1516) a ratones sedentarios durante 4 semanas produjo un aumento significativo en la expresión de genes oxidativos en los músculos, pero no aumentó la conversión al tipo de contracción lenta de fibras I o la longitud de tiempo o distancia recorrida por los ratones en una prueba de resistencia, salvo que se complementara con ejercicio específico de resistencia aeróbica.
Cuando los autores trataron a ratones sedentarios con un activador de la AMPK (llamado AICAR), observaron una mejora en el rendimiento del ejercicio en un 44% si se acompañaba de ejercicio. En caso contrario, la mejora de la capacidad oxidativa de las fibras musculares y el incremento de la sensibilidad a la insulina (a través de la actuación sobre los GLUT-4) quedarían prácticamente en el limbo.
Estos resultados mostrados en ratones, lo cual ya supone hipotetizar bastante sobre lo que pasaría en humanos, se han utilizado sesgadamente para conformar un compendio de “ingredientes” que sustituyan al ejercicio. Sin embargo, aunque la pastilla de ejercicio podría activar algunas de manera parcial, no lo haría con todas las vías moleculares estimuladas si se la realizara el mismo.
Por ejemplo, abordando los efectos del ejercicio, probablemente, en el grupo de edad más susceptible a creerse los efectos de la píldora, el ejercicio aeróbico mejora la cognición en las mujeres de edad avanzada y también tiene un efecto favorable en la plasticidad neuronal cortical en la tercera edad. Pero, ¿realmente estos efectos se conseguirían con la administración de este fármaco?
Es más, el ejercicio de fuerza ha demostrado ser una herramienta útil para mejorar la independencia en personas mayores a través del incremento del equilibrio y de la resistencia ósea; pero también de factores como la autoconfianza y el bienestar.
¿Y la necesidad de estrés muscular para el incremento de tamaño (hipertrofia) a través de la reparación de tejidos según la teoría del Síndrome General de Adaptación? ¿Y los efectos a nivel neural de la mejora de la coordinación intra e intermuscular derivados de la práctica deportiva? ¿Y…?
Como veis, tratar de comercializar una píldora que imite los resultados del ejercicio no deja de ser un atrevimiento y una estrategia clara de intentar hacer ver que existe salvación en forma de dependencia farmacológica. Una píldora, al menos en este momento de la existencia humana, no puede sustituir al ejercicio en términos más allá de la activación de diferentes rutas metabólicas. El ejercicio se ha demostrado como un componente de acercamiento social, como tratamiento de problemas psicológicos y mejora de la capacidad funcional (“funcionar”, “hacer”, “utilizar el cuerpo y la mente”…con una píldora, sin más, esto no se consigue); Todos estos aspectos están relacionados con el verdadero objetivo del deporte y el ejercicio: cambiar los hábitos para encontrar un estilo de vida saludable y, en la medida que uno quiera, independiente.
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Fuentes
• Blair, S. N. (2009). Physical inactivity: the biggest public health problem of the 21st century. British journal of sports medicine, 43(1), 1-2.
• Church, T. S., & Blair, S. N. (2009). When will we treat physical activity as a legitimate medical therapy… even though it does not come in a pill?. British journal of sports medicine, 43(2), 80-81.
• Goodyear, L. J. (2008). The exercise pill—too good to be true?. New England Journal of Medicine, 359(17), 1842-1844.
• Handschin, C. (2016). Caloric restriction and exercise “mimetics’’: Ready for prime time?. Pharmacological research, 103, 158-166.
• Li, S., & Laher, I. (2015). Exercise Pills: At the Starting Line. Trends in pharmacological sciences, 36(12), 906-917.